La comarca en que Tremayne y Staworth acamparon para pasar la noche era áspera y solitaria, aun cuando ellos eligieron un lugar muy agradable al lado de un arroyo. Desde sus ti
Kingswell tatareaba una alegre canción mientras abría su cuarto en el Hotel Cecil; luego penetró en él y cerró suavemente la puerta. La camarera había olvidado correr las corti