LA inimaginable criatura tenía ante sí un mundo tenebroso y helado. El paraje que le rodeaba era desolado, con áspera vegetación donde las gélidas corrientes de aire murmuraban
Max Delver era el guarda nocturno de aquella obra, empleo que le había buscado un antiguo amigo y compañero que había prosperado y que en la actualidad era un modesto pero puja
Giles Hogben era cuatro días antes un vigoroso sujeto de unos cuarenta años, en la plenitud de su poderío físico. Pero el angustiado ser que el doctor Baxter acogió en su consu