j. greison
ajusticiadoBurke, con la serenidad del hombre que no teme a la muerte por haberse enfrentado a ella en no pocas ocasiones, se volvió a los que contemplaban cómo James Duncan se disponía a
caravana malditaEl teniente Archibald Manchester, que iba a la cabeza de la caravana formada por tres galeras de toldo y veinticuatro soldados, incluyendo a los tres mayorales que conducían lo
el desertorLas llamas de la fogata, rojizas y amarillas, al retorcerse cara al infinito, iluminaban la noche fantásticamente en la orilla derecha del río Savannah, donde tres hombres, sen
el llaneroEl temporal de agua y viento obligó a los tres hombres a ocultarse en una caverna de las estribaciones de los montes Apataches. La gruta era lo bastante amplia y profunda como
el renegadoBob Cameron, relajados los músculos, los brazos a lo largo del cuerpo y las piernas levemente arqueadas, miró con fijeza a su antagonista, quien llevaba en el lado izquierdo de
flecha de oroEn el atepelt reinaba el confusionismo. Guerreros, niños y mujeres mezclábanse, entre gritos de alborozo, rodeando varias cajas; unas largas, estrechas, y otras más pequeñas, q
fuerte sumterEl grupo de oficiales rio la agudeza del capitán Hugo Sinclair y hubo varios comentarios intencionados que tuvieren la virtud de fruncir la frente del oficial objeto de la brom
gringosLa noche era oscura. Un viento cálido, procedente de las llanuras de Texas, azotaba los rostros de los que, con las alas de los sombreros sobre los ojos y empuñadas firmemente
iraEn el patio de la cárcel de Atlanta hubo un movimiento de curiosidad en torno a Spiffer al que, por vez primera, después de dos semanas de incomunicación, se le permitía reunir
sangre en bull-runWallace Guilfoyle, teniente de la Confederación, en alto el sable y junto a una de las piezas artilleras que hacían fuego contra las tropas del Norte, mandadas por el general M
tokioPeter Tilling, reclinado indolentemente en la cómoda butaca del “Super DC-6 President”, de la Pan American World Airways, no cesaba de oprimir entre sus anchas manos las dos bo
traidorLa sonrisa de Dimas Burke, una sonrisa en la que se mezclaban encontrados sentimientos, predominando la ironía, consiguió irritar a Wallace Guilfoyle, el teniente del Ejército
trío de asesEl hombre alto, recio sin caer en la obesidad, con un rostro duro y una mirada inquisitiva en sus ojos negros, de desconcertante frialdad, se acarició las puntas del bigote en