fred hercey
caiga quien caigaARCHER Valen aflojó el acelerador al acercarse al empalme que conducía directamente a los acantilados de la costa. Frenó suavemente y torció el volante para tomar aquella desvi
el lago de la muerteDICK Carradine condujo su coche a buena velocidad por la carretera que bordea el lago Michigan, en línea recta a la divisoria entre Illinois y Wisconsin. Chicago habíase extend
el secreto del costureroJACK Howard miró con ojos nostálgicos las desnudas paredes de la habitación que acababa de alquilar por un plazo de tres semanas en la posada veraniega del «Aguila», cerca de L
el sheriff de spoke cityEra difícil el puesto de sheriff en el pueblo. Había que ganarlo a pulso. Primero con los votos de los ciudadanos, y después con eficiencia, audacia y destreza con las armas. S
el tercer «marshal»Fernando Orviso Herce, escribió con los seudónimos Alex Colins y Fred Hercey
el último de la promociónEl automóvil, un «Ford» de roja carrocería y potente motor, frenó con leve chirrido junto al surtidor de gasolina. El conductor, de rostro hermético, se volvió a los dos ocupan
han raptado a una mujerEl inspector Marsh dejó en suspenso su explicación al abrirse de pronto la puerta de su despacho. Tenía la costumbre de acompañar sus charlas con gestos ampulosos. Una costumbr
la muerte agazapadaEl inspector Nye Chapman redujo la velocidad al acercarse al cruce de caminos, que, partiendo de West Palm Beach, en la península de Florida, conduce a distintos puntos de la z
muerte en el aireTodo fue inútil. Sólo obtuvo el silencio por respuesta. Dejó el aparato, mascullando maldiciones. Preguntándose por qué no avisaban a la Policía local o a un hospital si se sen
raza malditaFernando Orviso Herce, escribió con los seudónimos Alex Colins y Fred Hercey
sombras siniestrasEL furgón de la funeraria se adentró por el camino que conducía rectamente a la enorme mansión del doctor Cooper. El conductor del furgón y el hombre sentado junto a él, tambié
tres forajidosFernando Orviso Herce, escribió con los seudónimos Alex Colins y Fred Hercey
un buen sabuesoSONÓ el timbre del teléfono cuando el inspector Alex Westry se disponía a abandonar su oficina. Tomó el aparato. —¿Oficina Federal de Investigación? —inquirió una voz alicortad
un mal ruralFernando Orviso Herce, escribió con los seudónimos Alex Colins y Fred Hercey