AQUEL despacho tenía una sobria elegancia que le hacía extrañamente acogedor. Sentado tras la mesa de trabajo que presidía la estancia y teniendo a su derecha una gran bandera
¡Su primera misión! Cuando tres meses antes había recibido la credencial al finalizar el Curso de Instrucción en la Academia de Quantico, Rod Ruston se sintió contento, pero un