el regreso de trent
Aquella noche desapacible, sólo un pasajero salió de Dover en la ligera falúa zarandeada por las olas para añadirse a los muchos viajeros del trasatlántico que esperaba en ruta para Nueva York. Eran las dos de la madrugada y ni un curioso esperó la llegada del correo o la de algún conocido. No más la tripulación y los oficiales de guardia vieron subir a bordo del Brabant, en aquella noche de mar agitado, a Antonio Trent, el cual tuvo que disimular la satisfacción que le causaba encontrarse en cubierta libre de miradas importunas. Después de más de tres años de ausencia, al ir a someterse de nuevo a la jurisdicción de su país, sabia que renunciaba a la tranquilidad en que vivió durante un largo periodo, para reanudar una vida llena de inquietudes y zozobras.