PAÍS LIBRO

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will beale

el violinista ladrón

En la oscuridad del amanecer, un reloj dio las cuatro —cuatro campanadas sombrías, medidas, lentas—. En una celda de la cárcel de Bluffs City resonaron como latigazos. Un preso que estaba despierto se estremeció a cada campanada. Enhiesto en la negra oscuridad miraba fijamente a la aterciopelada negrura, tratando de dominar la ardiente impaciencia de sus nervios. La ventana estaba entreabierta. Fuera, en la suave oscuridad, en el mundo de los hombres libres, apuntaba la primavera: vida nueva, regenerada, germinaba en la oscuridad y el silencio. Se deslizó en la celda un leve airecillo frío y húmedo. Olía a tierra húmeda, pero agradablemente; a tierra húmeda que hacía sentir al abrumado espíritu del hombre de la celda cosas suaves y cosas enloquecedoras. El preso se levantó y paseó