trampa con faldas
El lujoso coche dejó la autopista para internarse por la carretera secundaria, rodeada de exuberante vegetación. Rodó durante unos diez kilómetros serpenteando la ribera del río. Bajo el puente y en una especie de cueva natural, el vagabundo se desperezó. Era un tipo de aspecto indolente, ojillos astutos y mirada despierta. Su altura era mediana y de complexión fuerte. Debía tener unos cuarenta y cinco años, aunque una barba de quince días desfiguraba un poco su verdadera edad. Se llamaba Elías y posiblemente habría pasado desapercibido a los ojos de cualquiera. Era, ni más ni menos que un vagabundo de tantos.