tráfico alucinante
Eran las siete y media de la tarde de un viernes. Tanto la hora, el día de la semana, como el buen tiempo reinante de aquel final de junio, favorecían el éxodo masivo de los parisienses, deseosos de alejarse de la polución atmosférica y buscar aires más sanos en el campo. No era de extrañar que la ciudad llevara ya un par de horas vaciándose.