PAÍS LIBRO

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vic logan

el rostro de la maldad

Lo que Richard podía recordar con más nitidez era el entierro. Un entierro triste, en día lluvioso. La comitiva. La soledad del camposanto y la figura enjuta del profesor Randolph Squaw. Una larga comitiva había desfilado para darle el pésame, y Randolph, inmóvil, como insensible a las palabras sobadas, a las frases hechas, permaneció hasta el último momento, hasta quedar solo.