seis balas para matarme
Telma Defore, desde el pescante del carromato, dejó vagar su mirada sobre las amplias llanuras que se extendían ante su vista. Un par de días más y la caravana estaría ya en Los Álamos. Y allí encontraría esperándola a su hermano Sam y a los muchachos de su rancho. Al pensar en la sorpresa que se iban a llevar, Telma sonrió para sí. Ellos creerían que regresaba en la diligencia y en modo alguno podían suponer que había preferido realizar el viaje en una caravana comercial. Pero Telma era así… Le gustaba más el rudo trato de los llaneros y sus familias, que el pasarse cuatro días metida en una diligencia, sin poder moverse de su asiento.