se necesita un muerto
En los alrededores de la oficina de la Compañía de Diligencias Keyes y Walter, se había congregado un buen número de personas que asaltaban a preguntas al sudoroso empleado que atendía el despacho de billetes. —¿Se sabe algo, Rex? —¿No te parece que ya tarda demasiado? —¿Le habrá sucedido algo? El empleado, con sus suplicantes ojos cargados de cansancio, suplicaba: —Por favor… no sé nada… ¡Nada!