la ley de «doc» silver
LA tormenta de arena barría el desierto. Eran tan densas las turbonadas que el cielo quedaba oculto por las oscuras nubes areniscas. Un jinete avanzaba trabajosamente al cansino trote de su caballo. Se trataba de un hombre cuyo sombrero de copa plana calado hasta las orejas y el pañuelo que ocultaba sus facciones, dejaban apenas visibles sus ojos negros. Vestía una bien cortada levita modelo «Príncipe Alberto», ahora cubierta de polvo, y pantalones embutidos en altas botas de fina piel de potro.