corbata de cáñamo
LA noche se presentaba triste y desagradable. Durante todo el día había estado nevando y la cellisca, al anochecer, en lugar de amainar había aumentado en su intensidad. La campiña aparecía cubierta por un manto blanco. El viento, fuerte y huracanado, formaba remolinos de copos, arrojándolos contra la solitaria edificación. Nan Wilson pegó su cara al cristal de la ventana, mirando distraída cómo la nieve seguía cayendo.