PAÍS LIBRO

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tony wanton

oscuro dominio

Se abrió paso, a empujones, hasta llegar al comptoir. Era un hombre pequeñito, seco, de escurridas facciones, tostadas por el sol, en las que brillaban un par de ojos de un azul intenso. Nadie reparó en él. El empleado fijó en el menudo hombrecillo la vista y le sonrió con cierta desgana. —¿Deseaba el señor? —Tengo habitación reservada, creo; mi nombre es Garry Logan. La forzada sonrisa del empleado del hotel dejó de serlo y sus pupilas se encendieron un segundo. Murmuró: —En efecto, señor; tenga la bondad; un momento tan sólo.