PAÍS LIBRO

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tony wanton

acorralado

Aquello estaba oscuro como boca de lobo. Era un recodo estrecho, desprovisto de luz, iluminado tan solo por un farol mortecino que se encontraba en la esquina norte y que se encendía y apagaba a intervalos, como la llama moribunda de un mechero pronto a fenecer. Las sombras de los que se aventuraban por allí, se recortaban, alargándose, en el empedrado, produciendo una extraña mezcla de ilusión y realidad en las oscuras fachadas de los edificios. Los ruidos de la ciudad, del centro de la ciudad se entiende, llegaban amortiguados, apagados casi por la distancia y, más aún, por la quietud de aquellas horas de la noche.