el simpático lester
Casper estaba de fiesta y aparecía engalanada con pancartas que daban la bienvenida a los forasteros, banderolas y farolillos de múltiples colores que casi techaban la ancha calle principal. Por sus entarimadas aceras transitaba una heterogénea multitud, mientras por la ancha y polvorienta cinta del arroyo circulaba un río continuo de toda clase de adornados vehículos, desde el ligero calesín hasta el pesado «barco de las praderas», ocupados los unos por acaudalados comerciantes, banqueros y hacendados, y los otros por familias enteras que, alegres, acudían a la ciudad dispuestos a divertirse. Por entre ellos, trotaban caballos de bella lámina, más o menos ricamente enjaezados, montados por alegres cow-boys o lindas amazonas.