PAÍS LIBRO

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silver kane

un ataúd para mi solo

El presidente Carter dijo, con voz inexpresiva: —Desháganse de él. La luz estallaba a través de las grandes ventanas, y el aire enviaba los mil rumores de Pennsylvania Avenue, en la agitada atmósfera del viernes por la tarde. Los miles de empleados de las oficinas gubernamentales se disponían a partir para el largo fin de semana, y a todo lo largo del Potomac eran cargados coches, «roulottes», motos de gran potencia, que se perderían en las profundidades de Virginia… Dicen que Washington se queda vacía los sábados, pero al parecer el hombre más importante de los Estados Unidos no pensaba abandonar la ciudad. Por el contrario, tenía el rostro ligeramente crispado, como si le esperasen los peores días de su mandato.