sangre roja en el mar rojo
Los cuatro guardianes estaban empleando todas sus fuerzas. Arrastraban materialmente al condenado, cuyos zapatos iban dejando una marca en el suelo. Los otros presos aporreaban las puertas y las paredes con todos los objetos que tenían a mano: con las cucharas, con los platos, con los zapatos o las botas. Algunos lo hacían con los puños.