mujeres para la muerte
Ella paseó sus manos un poco trémulas por los anchos hombres de Johnny Klem. Ella ya no era una palomita. Había vivido antes situaciones como esta, y todas terminaban de la misma manera. Estaba dispuesta a que esta terminase también. Pero la verdad era que no recordaba haberse encontrado nunca con un hombre tan atractivo, tan fuerte, tan con aquel algo misterioso en los ojos.