PAÍS LIBRO

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silver kane

las brujas

Cuando dejé mi despacho de detective privado para dedicarme al periodismo, creí que iba a vivir realmente bien. Que cobraría con puntualidad y que dejaría de tener que perseguir a malhechores de tres al cuarto. Pensé que sería respetado y podría dejar de pelearme diariamente con la policía. Pero no. No era así. A causa de que la cajera del periódico no sé qué amistad tenía con el jefe, y lo mismo le daba pagar el día uno que el diez. Me enrolaron en la sección de sucesos y en ella también figuraban los divorcios y líos conyugales. Y como cada día había de pasar por los diversos Precintos de policía a ver qué había ocurrido, los sargentos de guardia seguían pidiendo mi cabeza a gritos en cuanto me veían por allí.