la noche tiene un secreto
Larsen, que era un resentido con úlcera de estómago, le pegó en la boca con el canto de la mano, haciéndole sangrar. Burton se aguantó. Los tres hombres y la mujer miraban aterrorizados a aquella especie de chusma. El gran reloj eléctrico de pared que había en la sala marcaba en aquel momento las nueve y media de la noche.