PAÍS LIBRO

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silver kane

el paso de los tres gigantes

El centinela ni siquiera se dio cuenta de que aquello era la muerte. Al menos no sufrió. Cuando le sujetaron por detrás y le apuñalaron por delante, apenas tuvo tiempo de respirar. El cuchillo penetró hasta el fondo en su corazón y le liquidó instantáneamente. No se produjo ningún sonido. Eso era lo que quería Teo Lancaster. Tranquilidad y silencio. Limpió la hoja en las ropas del muerto, la volvió a enfundar y avanzó poco a poco hacia el barracón. Era un edificio de madera. Una oficina provisional.