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silver kane

el demonio en el cerebro

No era la primera vez que sentía aquello, y pienso que otras personas lo habrán sentido al igual que yo. Era esa hora incierta en que se separan la noche y el día, en que el sueño ya debiera haber terminado, pero uno aún se aferra a la almohada, negándose a terminarlo. Creo que eso le ocurre a todo el mundo; lo que no sé es si todo el mundo ha creído notar lo que notaba yo. La señora Gibbons vino a despertarme, como todas las mañanas, llamando con los nudillos a la puerta.