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silver kane

ataúdes de lujo

Bellamy descabalgó ante el saloon. Tenía un aspecto de hombre tranquilo y pacífico que, sin embargo, no engañó a nadie. Todos se acordaban de haber visto aquella cara una vez. Haría cosa de un año, cuando en el cementerio de Elko fueron enterrados cuatro hombres. Bellamy había sido un chico bien educado. Había asistido al entierro de los hombres a los que acababa de matar, pagándoles, incluso una corona de flores. Luego había dicho al pastor de almas: —Réceles un responso que dure al menos media hora. Quiero que se entretengan en el camino hacia el otro barrio. Y por fin, le había dado al alcalde de Elko nada menos que cuatrocientos dólares.