ataúd b-4
Fue una auténtica casualidad que yo estuviese aquel día en el depósito de cadáveres. Procuro no ir nunca a ver a mis amigos muertos, porque luego los recuerdo siempre con los ojos cerrados y la boca tiesa, y eso me parece desagradable para ellos y para mí. Pero esta vez no pude impedirlo. Johnny mismo me había pedido que fuese a verle. Me lo había pedido antes de morir. Para los que no conozcan a mi amigo Johnny ni hayan oído hablar de él, les diré que sus nombres completos eran Johnny Diccenta Strauss, que tenía veinticinco años cuando todo aquello ocurrió, y que había sido ejecutado poco antes en la muy honorable, muy respetable y muy temida «silla de las grandes solemnidades», en la prisión de Sing-Sing.