misterio en el niágara
ME HABÍA jurado no tener nunca Diario. Y, sin embargo, heme aquí sentada ante un cuaderno flamante, en cuya primera hoja, por seguir la mejor tradición del género, habré sin duda de escribir: «personal», «secreto», «prohibido a extraños». ¡Como si yo tuviera algo personal o secreto que confiar a estas páginas en blanco! Hay que tener dieciocho años para creer en el acaso. Cuando se han cumplido ya veintinueve, se sabe que lo inesperado jamás llega. Al menos para mí. A fuerza de imaginarlos, se quita de antemano a los hechos su encanto y su poder de impacto. Fernand murió cien veces antes de caer al fin en Dunkerque. En un accidente de automóvil, de enfermedad, de ambición reconcentrada…