PAÍS LIBRO

Autores

raul sango

suenan tiros en yegua brava

Su cuerpecillo endeble se estremeció. No se atrevió a mirar al que le hablaba cara a cara y un extraño frío corrió por su espina dorsal, moviendo su cuerpo como una hoja mecida por el viento. El otro, sonrió para sí. Estaba convencido ante esa actitud de tenerlo en su poder y ello le daba cierta tranquilidad. Si Timoteo Cardona accedía, como estaba seguro que habría de hacerlo, todo iría bien. Y pensando quizás en esta probabilidad se levantó parsimoniosamente dando en las espaldas de Cardona un par de golpecitos que hizo temblar aún más al otro.