PAÍS LIBRO

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ramiro abia

dejarse llevar

El río discurre a tan solo un par de metros del árbol donde estoy con Javier, un amigo de mi primo Alberto. Llevamos poco tiempo saliendo, si es que al hecho de vernos a hurtadillas de los amigos de la pandilla se le puede llamar salir. Javier me gusta. Besa bien. Muy bien. Y no va alardeando y pavoneándose de cualquier cosa como los otros. Alberto, mi primo, dice que es un chico bastante formal e incluso tímido. A mí no me lo parece porque en cuanto pudo me plantó los labios en la boca y, a juzgar por las travesuras que Alberto me ha contado, tan vergonzoso no es.