la matanza del whisky
La noche habría sido tranquila, silenciosa, de no ser por el ajetreo de la carga de carretas y el movimiento de caballos en la destilería McLean. Diez carretas habían sido cargadas con barricas de whisky y llevaban tanto peso que semejaba que acarrearan piedras. Las ruedas dejaban sus huellas muy marcadas. En el despacho de la destilería, Joseph McLean, el propietario, estaba reunido con su hermano Gregory que era su socio en el negocio, dos hijos de éste y su propia hija, Helen.