PAÍS LIBRO

Autores

ralph barby

escapados del paredón

Amanecía despacio. Hacía fresco, pero Oscar sabía que a medida que avanzaban las horas, aquella celda se convertiría en un infierno, un repugnante y hediondo infierno. —¡Eh, gringo! —gritó la voz de un mexicano desde otra celda. Oscar, que miraba al patio por entre los barrotes, no quiso responder. —¿Qué se siente antes de que le fusilen a uno? ¿Estás cagado, gringo?