el secreto del doble sótano
Conducía mi «Ford-Mustang» por el abigarrado centro de Los Ángeles, bajo la bóveda del smog en aquel caluroso día estival. El sol apenas tenía fuerza para traspasar la gruesa capa de polución atmosférica y luego estaba la intensa humedad ambiental, creo que teníamos un noventa y nueve por ciento. De no ser por la climatización de mi automóvil habría sudado a chorros.