¡chao!
Se colocó el largo cigarrillo de tabaco negro entre los labios. Pulsó su encendedor piezo-eléctrico, y brotó una larga llama de gas azulado. Notó que era observado más o menos de reojo por varias de las damas o, para ser más exactos, las hembras de distintas edades que tomaban el sol o la sombra, el whisky con soda o el combinado al uso en los amplísimos jardines del Lux Hotel, en la Costa Azul. Él era una de las pocas personas que iban vestidas allí, es decir, que no usaban bañador. Llevaba una chaqueta clara y fresca y rizos de vello rubio asomaban entre el cuello de la camisa entreabierta.