PAÍS LIBRO

Autores

peter debry

tras la pista del difunto

Al mediodía, el sol convertía en parrilla el techo de la cabaña, y su interior en un horno asfixiante. Balanceando las largas piernas, Tony Drake abandonó la hamaca y, sentándose en el suelo, se cogió la cabeza entre las dos manos, mesándose el crespo cabello cobrizo. Al ponerse en pie, se tambaleó un poco, removiendo los resecos labios, y sintiendo una imperiosa necesidad de beber, busco por los rincones de la choza, el frasco que había guardado en reserva antes de sumirse en profunda modorra. Lo encontró cerca del barril que servía de lavabo, pero estaba exprimido hasta la última gota, y aplicó en vano el gollete a sus labios, succionando inútilmente.