PAÍS LIBRO

Autores

peter debry

testigos siniestros

El zumbido progresivo se convirtió en estruendo horrísono que acalló el fúnebre silbido del proyectil que vino a estallar a diez pasos de distancia de las amplias espaldas de Barry Morgan. Cada, nuevo cráter que en la tierra se formaba, levantaba en surtidor, guijarros, arena y cascos de la misma metralla. Pero los «marines» de la División 59, seguían saltando de las lanchas de desembarco, tomando posesión de la playa del atolón, dominado hasta entonces por los japoneses.