pieles blancas
En la pradera del hondo valle, el solitario jinete detuvo su bayo y se deslizó de la silla. Cuidadosamente, desenfundó el pesado rifle “Sharps” de largo cañón. Y encajó el lente-telescopio ante el punto de mira. Remontó el talud arenoso y tras tenderse sobre el estómago, quitóse el polvoriento sombrero antes de asomar la cabeza.