PAÍS LIBRO

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peter debry

persecución tenebrosa

La noche era todo lo negra deseable, y en la carretera que pasaba ante la gran tapia de la cárcel, nos esperaba Tonio, tal como estaba convenido. En condiciones semejantes, mandarse mudar era una partida ya ganada. Tan seguro como jugar al dominó con un ciego. Claro que yo lo arreglé todo al detalle, y salvo mala suerte, Ludo y yo íbamos a largarnos de la fonda del Estado, silbando y con las manos en los bolsillos. Quince días antes, en el locutorio, le confié mis intenciones a Olga, mi chica, que se afanó laboriosamente para facilitarme las cosas. A la semana siguiente, una hoja de sierra llegó a mis manos en un paquete de golosinas, tabaco y Prensa.