mi viuda es peligrosa
Sonia Clermont oyó repicar el timbre de la puerta cuando se dirigía de la cocina al living del piso. Se detuvo en el pequeño recibidor. La única luz procedía del living pero la puerta estaba casi cerrada y en el recibidor dominaba la penumbra. No había sido un timbrazo firme y largo, sino muy breve. Como si alguien hubiese tocado el botón y otra mano apartó la que se disponía a llamar. Eran imaginaciones suyas, pensó Sonia inmóvil, tendiendo el oído, palpitante el corazón.