PAÍS LIBRO

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peter debry

los detectives mueren jóvenes

A las cinco de la madrugada, un rumor persistente arrancó a Clem Sterling de su profundo sueño. Su primera reacción fué experimentar una honda y sincera indignación. Tenía razones bien fundadas, para estar indignado. Hacía poco tiempo que se había acostado, ya que había pasado la mitad de la noche buscando en vano a Melvin Garland. Sin encender la luz, tendió la mano en tanteo para coger el teléfono. Volcó una botella y, aplicándose el auricular, emitió varias imprecaciones vigorosas. Por respuesta, oyó solamente el zumbido intermitente de la señal de modulación.