la cicatriz delatora
Hay días en cualquier existencia que tienen una indefinible marca de desastrosos. Y ésta era mi íntima intuición, cuando, apartando la vista de una carta de acreedor, vi que tenía un visitante. Se había instalado calmosamente en el sillón, deslizándose sin que le oyera entrar. Se adornaba con guantes blancos, bastón junco y una corbata vistosa, y se sentaba como un mariscal prusiano.