PAÍS LIBRO

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peter cheyney

¡otro traguito!

BELLAMY se apeó del alto taburete, caminó con dificultad hasta la ventana y se quedó tambaleándose sobre los talones, contemplando la — nieve que cubría Conduit Street. El empleado del mostrador le mezcló un whisky con soda y se puso a sacar brillo al mostrador cromado. Bellamy se volvió y se apoyó en la ventana, mirando al empleado. Era alto, delgado y moreno. Parecía impecable, a pesar de que su traje gris era viejo. Tenia acusadísimas ojeras. Hacía cara de estar muy cansado. Los ojos grandes, pardos, estaban muy apagados. Dijo en voz bastante ronca y agradable: —¿Por qué no entra alguien aquí? ¿Ha estado el señor March, Sydney?