green-hill
EL otoño era precioso en aquella región de Satanta. Un lugar ideal para disfrutar de dinero, de mujeres y de todos los gozos de aquel montón de billetes que el jinete llevaba en sus alforjas. El jinete, además, se llamaba Matt Pressman y venía de Nuevo Méjico, justo desde Nambe, un pequeño pueblecito que antes fue campamento indio y que se hallaba al lado de Santa Fe. Al jinete no le gustaba en absoluto Santa Fe, ni Nambe, ni siquiera Nuevo Méjico, que estaba lleno de marshalls, sheriffs y otros agentes del Gobierno, a los cuales no les tenía demasiadas simpatías. Si vivía bien era precisamente porque les huía. Se buscaba su existencia lejos de las estrellas prendidas sobre algún chaleco. De esta forma era más seguro. Cazar hombres reclamados no quería decir nada. Él no pertenecía a la ley, aunque, en cierto modo, la respaldase. En ocasiones, aquello era bueno. Muy bueno.