magnum contra luger
EN el reloj del edificio del Metropolitan Oil Company, cuya esfera enorme es visible desde casi toda la ciudad, sobre la gran torre del rascacielos, dieron las dos de la madrugada. Las campanadas, largas, sonoras, vibraron unos cuantos segundos. En el coche, Marlowe miró su cronómetro de pulsera, y lo puso en hora con el del Metropolitan Oil. Luego se volvió hacia los cuatro hombres, tres de los cuales estaban en el asiento posterior y el otro a su lado, al volante. El vehículo estaba parado en la esquina de la plaza Central Park, esquina a 9th Street.