el señuelo
“Así, violentamente despertado de su letargo, el doctor Echániz abrió los ojos y miró lleno de asombro a los intrusos. Una expresión de horror e incredulidad se pintó en su pálido semblante. Hizo esfuerzos por decir algo; pero la presión de la mano enguantada sobre su boca le impidió articular ninguna voz. Su mirada se posó en seguida en la jeringa hipodérmica que la tercera sombra sostenía en su mano y tuvo una horrible revelación. El horror que sentía el médico se convirtió entonces en espanto.”