igual que chacales
LARRY DEWEY, acodado en el húmedo mostrador de la taberna, apuró de un solo trago el contenido del recipiente de whisky. Arrojó un dólar de plata ante el dueño del establecimiento, y volvióse sosegadamente, repasando con la mirada a todos los que ocupaban aquel lugar. Aún no había podido dominar el nerviosismo que de él se apoderara media hora antes. Aún parecía estar viendo el rostro de aquel hombre huraño que le instigaba a marcharse, que en pocas palabras le había dicho que en el pueblo estaban de más los forasteros. Y todavía no acertaba a comprender cómo Mike Dewey, su hermano, no había echado mano al revólver calibre 45, para demostrar al sheriff que los Dewey hacían cuanto les venía en gana, sin hacer caso de los consejos ajenos.