PAÍS LIBRO

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mark halloran

tarde para morir

En la esquina de las calles Chatham y Lowell había un buzón público, el poste indicador de una parada de autobús, y un hombre. Eran las seis y cuarto: el hombre estaba allí desde las seis. Con la caída de la tarde, el cielo tomaba sobre Brooklyn una transparencia tierna, un limpio y profundo tono azul. La brisa de verano acariciaba. EL hombre de la esquina, sin embargo, no prestaba al cielo la menor atención. Todo su interés estaba en la tierra; concretamente en la calle Lowell y en los vehículos que por ella se aproximaban.