PAÍS LIBRO

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mark halloran

sin chaqueta roja

El más alto de los dos hombres que ascendían penosamente entre los abetos, se detuvo jadeando. Estaba muy cansado. El sudor se deslizaba a lo largo de su cara, privándole casi de la visión; le dolía intensamente el pecho y sus piernas temblaban. Había realizado un gran esfuerzo durante mucho tiempo, porque casi no recordaba el instante en que, a primera hora de aquella mañana, él y su compañero se lanzaron a la última etapa del viaje, cuesta arriba, de cara a lo más alto de la montaña. La pendiente era agudísima y no habían descansado ni una sola vez.