PAÍS LIBRO

Autores

mark halloran

¡opio fresco!

La cosa empezó en Manila, un día de bastante calor —el delicioso calor filipino—, pero ya al caer de la noche, cuando se sentía en el aire el primer fresco. A aquella hora, el señor Pierce salía del hotel. El señor Pierce era un hombre cortado por un patrón un poco vulgar, y tipos parecidos a él los debía de haber en los círculos norteamericanos de Manila a centenares.