docencias y otras miserias
Docencias y otras miserias “Nostalgias Pretéritas” es una colección de recuerdos de infancia y juventud, donde el autor da rienda suelta a su acostumbrada ironía, pero esta vez recubierta por la ternura y belleza de las memorias algo mitificadas. Algunas de estas “Nostalgias” fueron publicadas durante el año 2016 en distintas redes sociales literarias con gran éxito. Los lectores reconocían las vivencias del protagonista como propias, ya sea porque vivieron situaciones parecidas o porque les recordaban otras que ya tenían olvidadas. Este reconocimiento no sólo se dio entre los lectores españoles; también encontraron similitudes en Argentina o México. Al fin y al cabo, los niños no dejan de ser niños por estar al otro lado del planeta. Vuelve a revivir la ilusión de la llegada de los Reyes Magos, el terror en estado puro cuando tocaba visitar al practicante, la alegría del veraneo en la playa, el gozo cuando te compraban un simple tebeo o la sencillez de los cumpleaños de tu infancia, tal y como eran en el último cuarto del siglo pasado; pero cuidado, quizás te sorprendas de lo parecido que es este libro a los comienzos de tu propia biografía. ----o---- Fragmento de la cuarta Nostalgia: “¡Vuelta al cole!” Había un instante de felicidad absoluta durante el año: cuando empezaban las vacaciones de verano. —¡Qué bien! —me decía mi madre—. Ahora a disfrutar y a hacer el vago durante tres meses… —Sí, es genial, pero no son tres meses —matizaba, ya que aunque era un niño de siete u ocho años, no sacaba sobresalientes en matemáticas por casualidad—. Son dos meses y pico, ojo… —Bueno, prácticamente tres meses… —No —negaba casi ofendido—. Si empezamos el 20 de junio y volvemos el 12 de septiembre, no son tres meses ni mucho menos... —Casi… —¡Que no! —Mira que eres cabezota… ¿A quién habrás salido? —¡Que no son tres meses! ¡Y no soy cabezota! —exclamaba cabezota, pues ya sabía a estas alturas que los cálculos matemáticos sencillos no deben cuestionarse. Son lo que son y, además, son exactos. Si contamos y salen 84 días, pues no son tres meses. Nos pongamos como nos pongamos. Pero aunque no eran tres meses, insisto, sí que eran muchos días y el vértigo de tener tanto tiempo libre, unido al calorcillo que empezaba a sentirse, el cual auguraba mil actividades divertidas asociadas al verano, hacían que se me pusiera una sonrisa de oreja a oreja durante días. Pero hubo un año que esa felicidad se vio mermada por una odiosa costumbre de la época, una maldición que aterraba a los niños durante el verano, un castigo injusto y ofensivo para todos aquellos que se habían esforzado y sacado buenas notas. Esta execrable abominación veraniega recibía el odioso nombre de “Vacaciones Santillana”.