el caso de la cerveza envenenada
Los clérigos episcopalianos tienen derecho a montar en cólera de cuando en cuando, y esto es exactamente lo que hizo el reverendo Martin al regresar a Montana y comprobar que sus feligreses habían sustituido la vieja, destartalada y cómoda rectoría, por una monstruosidad de aluminio y cristal. Pero Barry Collins, el constructor local, no pudo ser localizado cuando el padre Martin se lanzó en su búsqueda para pedirle una explicación por aquella misteriosa sustitución. De pronto llegó una gran caja de madera en la que se suponía que venía embalado un antiguo reloj de pie. Pero en lugar del reloj quien venía dentro era el propio Señor Collins… ¡pero en cadáver!